La Mujer . Hay en los ríos americanos,que al sud descienden del Ecuador,un camalote que los paisanosle llaman « hojas del corazón ». En cierto arroyo, manso y profundo,nace en un día primaveral,y, ya crecido, se arroja al mundode las corrientes del Paraná. Mueven sus hojas auras amigas;á toda vela marcha feliz;y en él descansan de sus fatigaslas mil abejas del camoatí. Pasa corriendo, va sin descansoarrebatado por el raudal,es prisionero de algún remanso,gira irradiando felicidad. Hasta que un día, día de lucha,hierven las aguas, se nubla el sol,y derrumbado del alto cielo,se abate el rayo des


La Mujer . Hay en los ríos americanos,que al sud descienden del Ecuador,un camalote que los paisanosle llaman « hojas del corazón ». En cierto arroyo, manso y profundo,nace en un día primaveral,y, ya crecido, se arroja al mundode las corrientes del Paraná. Mueven sus hojas auras amigas;á toda vela marcha feliz;y en él descansan de sus fatigaslas mil abejas del camoatí. Pasa corriendo, va sin descansoarrebatado por el raudal,es prisionero de algún remanso,gira irradiando felicidad. Hasta que un día, día de lucha,hierven las aguas, se nubla el sol,y derrumbado del alto cielo,se abate el rayo deslumbrador. Las ondas se alzan, se tienden rotas,se hacen pedazos en el juncal,3 el ala esquiva de las gaviotasse encrespa al golpe del huracán. ¿Creeréis que entonces muere ó desmayael camalote de corazón?Pues bien, sabedlo: corre á la playa,v allí se arraiga y alza su


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